El siguiente lo guardé para hoy.
Del cuento "El cordero y la ballena"; justo después de caía la noche y antes de volver.
No importaba la oscuridad y el frío que desde hace algunas
horas había comenzado a abrazarlos. Moby le brindaba seguridad sobre aquél azul
ennegrecido y estaba seguro que no naufragaría en la inmensa profundidad.
Ahí estaba, tan grande y tan brillante, como moviéndose
hacia él a través del vaivén de las olas. Estaba en el momento y en el tiempo
correcto, no existía el pasado o lo que pasaría después, y entonces, todo se
detuvo, quiso quedarse ahí para siempre; era Moby quien le había puesto la Luna
entre los brazos. Las lágrimas comenzaron a brotarle por sus redondos ojos y su
abundante pelaje no fue capaz de disfrazarlas. Y no importaba, ante aquél maravilloso
espectáculo entendió que quizá la sal de aquellas aguas, la obtenía de todos los seres
que también habían desbordado a ríos, su felicidad, como pretendiendo formar un mar que alcance para abrazarla completa.
Vaciarse para llenarse de su infinita belleza.
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