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jueves, 28 de mayo de 2015

Fragmentos.


El siguiente lo guardé para hoy.

Del cuento "El cordero y la ballena"; justo después de caía la noche y antes de volver. 


No importaba la oscuridad y el frío que desde hace algunas horas había comenzado a abrazarlos. Moby le brindaba seguridad sobre aquél azul ennegrecido y estaba seguro que no naufragaría en la inmensa profundidad.


Ahí estaba, tan grande y tan brillante, como moviéndose hacia él a través del vaivén de las olas. Estaba en el momento y en el tiempo correcto, no existía el pasado o lo que pasaría después, y entonces, todo se detuvo, quiso quedarse ahí para siempre; era Moby quien le había puesto la Luna entre los brazos. Las lágrimas comenzaron a brotarle por sus redondos ojos y su abundante pelaje no fue capaz de disfrazarlas. Y no importaba, ante aquél maravilloso espectáculo entendió que quizá la sal de aquellas aguas, la obtenía de todos los seres que también habían desbordado a ríos, su felicidad, como pretendiendo formar un mar que alcance para abrazarla completa. 

Vaciarse para llenarse de su infinita belleza. 


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