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miércoles, 15 de diciembre de 2021

Antes de que también se vaya de mi memoria.

15 de noviembre.

La vi el primero; viniendo hacia donde hace momentos atrás le había dicho que la esperaba. Vestía una blusa rosa a juego con sus tenis y un pantalon negro a juego con su cabello. Su presencia contrastaba de entre toda la gente que pasaba, sobretodo por la presteza en su caminar porque por alguna razón, siempre estaba apurada. Entonces, aupó su brazo para llamar mi atención, y ahora era yo quien apuraba el paso hacia ella. Ahí de cerquita pudieron más mis ganas de abrazarla que el decente y correcto saludo de sana distancia. La verdad es que quería que ella sintiera como de rápido latía mi corazón; a la fecha no sé si lo notó, pero estaba tan nervioso que una de las cosas que haces para sentirte seguro, es agarrarte de alguien para mantener la calma. Y en ese momento, ella resultó ser ese pequeño puerto seguro. Una vez que cejamos el abrazo, sus ojos me llamaron a recoerrerlos detrás de unos lentes de armazón dorado; esos ojos que en sus fotos no podía distinguir si eran negros o de un café del que te da los buenos días y del que te quita el sueño en las noches. ¡Carajo! Era como estar presenciando un acto de magia en donde quedas anonadado porque no sabes cómo, pero ya te sorprendió y, entonces, te hace volver a creer en todo lo que no entiendes pero que hacía tiempo querías ver y sentir. 

Una vez que recuperé la cordura, se disculpó porque decía que venía tarde, pero... ¡Que alguien le explique cómo es que 5 minutos es tarde cuando yo llevaba más de un 1 año queriendo conocerla! O sea, ¿te das cuenta todo lo que tuvo que pasar para que tú y yo pudiéramos hacer coincidir este momento? Por supuesto que no me importaría esperarte cuando llevo toda una vida queriendo encontrarte. Vaya, un montón de veces le había dicho que tomara las cosas con calma y ahora era yo quien tenía la prisa por sentarme a platicar con ella. 

Entonces, la conocí.

La abracé una vez más con el cuidado con el que se trata la fragilidad, aunque resultaba obvio que era yo quien terminaría herido.